febrero 07, 2009

Goles que matan


En la jornada tres, Monarcas se deshizo de un América inoperante, lo venció 1-0 y Sabah rompió sus miedos.

La diferencia la hizo uno solo, uno que reventó redes, que rompió complejos, que estalló gargantas. Un solo gol; fue uno y con él, Monarcas Morelia despedazó su racha de 292 minutos sin marcar en el torneo local, de dos juegos sin ganar en el Clausura 2009 y asfixió al equipo más odiado del futbol mexicano, al América.

Ahí estaba la tribuna, repleta de deseos, expectante de vivir la noche que tuvo. Porque el aficionado, ya fuera de América o Morelia, experimentó emociones provocadas por dos equipos generosos con la pelota. Lo necesitaban desde horas antes en las que arribaron al Estadio Morelos. Para el momento del silbatazo inicial ya estaban 42 mil almas y no aceptarían tacañerías de nadie.

Luis Fernando Tena lo entendió, Ramón Díaz también, y sus equipos, plantados en el campo con formaciones idénticas (4-4-2), atendieron al espectáculo. Tuvieron volantes dinámicos, desequilibrantes, recuperadores implacables, con agudeza en su visión del campo y lectura del juego, además de dos delanteros lacerantes e incómodos.

Morelia atacó desde el inicio, apoyado en una defensa aguerrida, continuado de un Fernando Salazar exquisito en los 90 minutos, de un Wilson animoso en sus momentos y una sociedad de ataque entre Sabah y Mendoza que exigía a Fernando Ortiz en cada latido.

América, tenía características similares cuando Pável Pardo, genio, cerebro incansable, tomaba el tiempo en sus botines, y después el chileno Jean Beausejour revolucionaba a banda izquierda. Era el primer tiempo y Mendoza (2’, 15’ y 33’), Horacio Cervantes y Miguel Sabah hacían temblar a Ochoa.

Entonces los ensayos del pasado se aplicaron, Droguett manda la pelota al área al 43’, todos saltan, Horacio más que el resto, la cabecea al área chica, Romero y Sabah atacan la bola, el segundo impacta con un derechazo convertido en fusil para remover los cimientos del estadio con el estallido del gol, de su primera anotación con Monarcas.

Díaz modifica en el segundo tiempo, Tena también, la intensidad era una obsesión, la garra también, pero el Morelia ya era un equipo que esperaba, que recurría a sus hombres defensivos con confianza absoluta que de nada pasaría. Y Beausejour, De Pinho, Castillo, Cabañas, Esqueda y Vera intentaron penetrar, pero sin alcanzar el objetivo para evitar la caída del invicto.

Jorge Macías silbó el final y hubo sensaciones, impulsos, fiesta, amargura, devoción, pasión, rabia, locura, delirio, redención, amor, intensidad, embriaguez, conmoción; todo eso lo provocó un solo gol.